Meditar te parece raro, lo sé… quizás tan peculiar como ser vegetariano o vivir sin tele: una excentricidad como cualquier otra. Pero, al igual que hoy nos extraña lo que hace años era la norma, dentro de no mucho quizá sea nuestro pan de cada día lo que ahora consideramos extravagante. Así sucedió en su momento con el yoga o incluso con ir al gimnasio.
Meditar nos resulta raro porque -entre otras cosas- no sabemos qué es ni para qué sirve. Algunos lo relacionan con ciertas religiones, otros hemos tenido serios prejuicios sobre el tipo de personas que practican la meditación y la mayoría tiene ideas bastante equivocadas sobre en qué consiste la práctica en realidad.
Desmontando bulos
Son muchas las malas interpretaciones y los bulos que corren por ahí sobre la meditación. Desmontemos algunos...
Se dice que meditar es...
- Dejar la mente en blanco. ¿A que tú también pensabas esto? 😉 Pero si pudiéramos dejar la mente en blanco a voluntad no habría ansiedades ni depresiones… Así que no, meditar no consiste en dejar la mente en blanco.
- Una técnica de relajación. La relajación puede surgir a consecuencia de la meditación (aunque no siempre) o podemos inducirla al principio de la práctica para abrir nuestra percepción aún más, pero meditar es mucho más que relajarse.
- Pensar en positivo. En meditación no se pretende sustituir pensamientos negativos por otros positivos ni programar ningún tipo de idea. En relación a los pensamientos, el objetivo es que observes lo que piensas con algo de distancia.
- Vacunarse contra las emociones o estar por encima de ellas. Todo lo contrario: se trata de ver qué estoy sintiendo y permitirme sentirlo con toda la intensidad.
- Buscar un placentero estado de paz. Este estado surge algunas veces, pero no se puede forzar y es puñetero porque, si lo persigues, se esfuma. En todo caso, eso sería un subproducto de la meditación, pero en ningún caso el objetivo.
- Practicar una nueva religión. No, ni si quiera es practicar una religión...
- Darle vueltas a las cosas. Bueno, eso es meditar sobre algo, pero aquí nos referimos a la práctica contemplativa, que es otra cosa totalmente distinta.
En mi círculo más íntimo nadie medita, la verdad. Yo he sido <> o <> -depende de para quién, jeje-. Al principio mi familia y amigos se extrañaron e incluso generó cierto recelo porque algunas personas se sienten verdaderamente incómodas cuando otros pululan por territorios que rebasan el perímetro de lo que su mente considera lo normal (no exagero si digo que algunos hubiesen aceptado mejor que me hubiera dado por hacer puenting...). Más tarde todo se normaliza y se respeta e incluso llega a generar curiosidad.
Pero, ¿realmente da para tanto revuelo el sentarse unos minutos con los ojos cerrados a observar? Tan cierto es que lo desconocido asusta un poco -por sencillo e inofensivo que sea- como que esto no es para todo el mundo o que algunas personas no están a día de hoy en disposición de entender la utilidad de esta práctica (yo misma no lo estuve durante mucho tiempo). Muchos otros simplemente huyen -incluso de forma inconsciente- de la sola idea de quedarse a solas consigo mismos. Y es que meditar es para valientes 😉
En lo que a mí respecta, lo que la meditación me ha aportado y me aporta es tan real, tan válido y substancioso (no solo a nivel de gestión de la ansiedad sino en muchos otros sentidos) que mi relación con ella -conmigo- está muy por encima de la opinión que la práctica genere.
¿Qué es meditar para mí?
Hoy no quiero detenerme en la definición oficial (observar sin juicio lo que sucede aquí y ahora) ni hablarte de estudios científicos, hoy quiero contarte lo que es meditar para mí.
Para mí meditar es...
- Aprender a estar conmigo misma, que no es siempre fácil. “Pero si estoy conmigo desde que nací” -pensarás- Pues no… Si lo piensas con detenimiento, ¿cuánto tiempo has pasado contigo realmente, prestándote atención de verdad, sin distracciones -ni música, ni tele, ni whatsapp-, echando un ojo a qué tipo de pensamientos piensas o a cuál es esa emoción que lleva tiempo acompañándote...? Apuesto a que muy poco...
- Perderme el miedo. ¿Que no te tienes miedo a ti, dices? Si te miras con ojos honestos, reconocerás que ante el mínimo sentimiento desagradable- (preocupación, tristeza, rabia, rencor, celos…) sales corriendo a consultar el Facebook, te pones la radio, abres la nevera, te vas de compras, o quedas para tomarte una caña… Eso se llama huir… no pasa nada, es humano, lo hacemos todos, pero solo se huye de aquello a lo que se le tiene miedo…
- Aprender a quererme. Encontrar un tiempo y un espacio para escucharme me permite construir una relación de intimidad conmigo misma. En ese lugar puedo darme cuenta de lo que realmente necesito y dármelo. Por otro lado, el compromiso de asistir a esa cita diaria conmigo me inculca el auto respeto y, si yo me respeto, es más complicado que permita que los demás no lo hagan.
- Recordarme mi coraje. Exponerme durante unos minutos a sentir de verdad la ira, el rencor, la tristeza o el vacío que haya dentro de mí en ese momento en lugar de ignorarlo, reprimirlo o evadirme requiere una considerable dosis de valentía, créeme. Además, me ayuda a comprobar una y otra vez que temo mucho más a lo que imagino que son las cosas que a las cosas en sí mismas.
- Comprender y aceptar lo que no me gusta de mí para poder cambiarlo. Es imposible cambiar lo que no me perdono, lo que me echo en cara o lo que no comprendo porque cuando lo que me empuja al cambio es el rechazo, el cambio no dura, no es real.
- Trabajar por mi serenidad en vez de simplemente desearla. Entrenando la atención a la respiración y con distintas técnicas enseño a mi cuerpo a calmarse a sí mismo, a generar la serenidad que necesita. Échale un vistazo a este artículo
- Entrenarme en una disciplina amable. Para conseguir casi todo en esta vida hace falta un mínimo de disciplina y tesón. Yo siempre he pensado que soy poco disciplinada y, mira… qué más disciplina que sentarse todos los días unos minutos a observar (aunque a veces no apetezca).
- Trabajar por neutralizar aquello de mí que causa dolor tanto a mí como a los demás: mis reacciones automáticas, mis emociones reprimidas..., etc. ¿Quiere esto decir que desde que medito ya no salto? No..., pero salto con menos frecuencia, a menor altura y las aguas vuelven antes a su cauce... Y ya no me torturo porque haya sucedido porque ahora comprendo que no pudo ser de otra manera y que lo único que está en mi mano es seguir trabajando para ampliar mi conciencia.
- Comprenderme para comprenderte a ti mejor. Es muy difícil empatizar de corazón con el prójimo cuando uno no es capaz de comprenderse ni a sí mismo.
- Rescatar mi creatividad. Yo pensaba que no era muy creativa, pero ufff ¡no es cierto! Meditando a veces accedo a ese espacio donde las ideas existen libremente y yo puedo verlas bailar. Muchas buenas ideas me han surgido meditando.
- Acceder a ese lugar esencial donde es posible sentir que, pase lo que pase, podré volver a estar estar bien porque algo dentro de mí es inalterable.
- Recordar que el sufrimiento surge cuando me resisto a sentir el dolor y que el camino pasa por dejar de luchar contra él cuando aparece para que pueda marcharse cuando haya cumplido su función.
- Acercarme a mi inconsciente, que guarda las claves de por qué soy como soy, por qué persigo lo que persigo y temo lo que temo.
- Meditar es entrenarme es permanecer aquí y ahora, en el momento presente. Esa capacidad es la que me permite disfrutar verdaderamente de la vida.
El silencio guarda muchos misterios y grandes tesoros sobre cada uno de nosotros y sobre todo lo que Es. Meditando me siento a esperar que de vez en cuando se me desvele un trocito de alguno que me permita comprenderme mejor para ser más feliz, que es a lo que he venido aquí.
Un regalito
Quiero hacerte un regalo. Si te apetece empezar a meditar, aquí tienes una sencilla práctica guiada de atención a la respiración para que te inicies. Puedes descargarla y escucharla donde y cuando quieras. Recuerda que, como toda práctica, requiere continuidad para experimentar beneficios permanentes. Espero que te guste.
Y, si te gusta, y te apetece iniciarte en esto del mindfulness conmigo, échale un vistazo al RETO 21 DÍAS o contactarme para un acompañamiento personalizado.
Un abrazo,
Olaya