Quien más quien menos siente cierto cosquilleo en el estómago justo antes de salir a la palestra, pero para algunas personas tener que hablar en público es un castigo divino que eleva su nivel de ansiedad a la enésima potencia, ¿eres uno de ellas?
Los budistas lo incluyen en su lista de los 5 mayores temores del ser humano. El pánico escénico aparece en quinta posición después del miedo a la muerte, a perder la autonomía, a perder la reputación y el miedo a perder la conciencia, pero ¿por qué nos aterra tanto hablar delante de una audiencia?
¿A qué tememos realmente?
De pequeña, el miedo a hablar delante de los demás me paralizaba por completo. Saber que tenía que presentar algún trabajo en clase podía tenerme sin dormir una semana y hacerme agonizar hasta que llegara el temido momento.
¿Qué es lo que sucede? Es sencillo: queremos gustar, necesitamos sentirnos aceptados, queridos e incluidos, es natural y tiene explicación biológica: nuestro instinto nos lleva a buscar ser aceptados por el grupo por cuestiones de protección y supervivencia.
El problema es que es imposible sentirse aceptado cuando es uno mismo el que se rechaza. Cuando nos embargan sensaciones de insuficiencia para con nosotros mismos da igual que al de en frente le parezcamos bien, siempre nos enfrentaremos a la experiencia con sufrimiento.
El crítico interior nos hipnotiza
Yo era una niña tímida que evitaba llamar la atención porque tenía asumido que la llamaría para mal. Durante la mayor parte de mi vida concedí mucha más importancia a aquellos aspectos de mí que consideraba insuficientes o imperfectos que a mis logros y capacidades. Es decir, tenía una visión muy sesgada y distorsionada de mí misma.
Era crítica con los demás, pero mucho más conmigo: nunca me sentía suficientemente buena o correcta y salir a la palestra suponía para mí poner el foco sobre mis defectos ante unos fieros leones ávidos de carencias con las que partirse de risa. Ahora entiendo que yo era mi propia fiera.
El miedo a hablar en público tiene que ver con que proyectamos en la supuesta audiencia nuestros propios pensamientos. En realidad, tememos que piensen lo que pensamos de nosotros mismos.
Esa feroz auto crítica tiene como objetivo inconsciente empujarnos a mejorar, pero es una estrategia fallida; nos merma la autoestima, nos lleva a sentirnos menos capaces y cada vez más aislados del mundo.
Por suerte, hoy contamos con estudios científicos que demuestran que tratarse bien a uno mismo, con cariño y comprensión, resulta mucho más eficaz para mejorar que flagelarse. La letra con sangre entra mucho peor.
Terapia de choque
Nos habíamos mudado de ciudad y un día me tocó salir a leer en clase delante de mis nuevos compañeros. Para mi total sorpresa no lo pasé tan mal y mi crítica interna consideró pertinente que me sometiera a una prueba de fuego: el grupo de teatro.
En el estreno, los instantes anteriores a pisar el escenario por primera vez fueron tan horribles que consideré muy seriamente la posibilidad de salir corriendo, pero no lo hice. Recuerdo una tremenda presión en las sienes, el corazón saliéndoseme del pecho y una angustia insoportable, pero una vez delante de toda esa gente, el tiempo se ralentizó y de repente me sentí a gusto.
Observé, incrédula, que a la gente le gustaba mi actuación, se reían (¡conmigo!) y algo me enganchó para siempre. Seguramente el lujo de disfrutar de la atención de los demás cuando se tiene constancia de su aceptación y complicidad.
Y eso es posible para todos. Sí, también para ti.
Los miedos no comprendidos no desaparecen, solo mutan
No pienses que gracias a esa ruda terapia de choque superé mi miedo a hablar en público. No. Cuando los miedos no se gestionan bien, no se comprenden ni se integran, no desaparecen por arte de magia. Y el mío solo había evolucionado en otra dirección.
Creerás que no es posible ser actriz y tener miedo a hablar en público… jeje, pues ¡claro que sí! Son perfectamente combinables y relativamente frecuentes.
El personaje, el guión y los focos dirigidos al escenario que dejan en penumbra a los espectadores se convirtieron en una especie de perímetro de seguridad. Durante años pude mostrarme como Juana de Arco, Ofelia o quien fuera delante del público -siempre con cierto nivel de sufrimiento, por cierto-, pero jamás como Olaya expresando un mensaje con sus propias palabras y dirigiéndose de frente al público. El problema, por tanto, seguía ahí.
La fantasía del control
Existe la falsa creencia de que podemos conseguir que los demás tengan una opinión favorable de nosotros si les proyectamos una imagen adecuada. Quizás esto sea posible para algunas personas, pero desde luego no para los que sienten pavor a hablar en público, la tensión no permite fingir con convicción.
En realidad, más allá de apreciaciones naturales y juicios puntuales sin mayor trascendencia, el grueso de las personas está demasiado ocupada con sus propias preocupaciones, complejos, vida y planes. De forma que, aunque nosotros vivamos nuestra actuación como un instante crucial, para la audiencia suele ser un insignificante momento más.
Cuando yo era niña, mi percepción alterada me llevaba a ver en mis compañeros de clase como un tribunal de jueces implacables esperando a que metiera la pata para condenarme cuando, en realidad, eran solo un grupo de compañeros pensando en cuánto quedaba para el recreo…
De la misma forma, las personas ante las que hablamos hoy muy probablemente tienen que hacer esfuerzos para que su mente pare a escucharnos y deje de saltar de tribulación en tribulación. A la gente le interesa mucho más su propia vida que nosotros.
La burbuja protectora
Las estrategias para pasar el trago de hablar en público son variadas. Yo necesitaba tener memorizada cada palabra y cada movimiento que iba a hacer -y como actriz el escenario me lo permitía-, pero de poco me servía eso para presentar un proyecto ante gente que hace preguntas.
Algunas personas directamente huyen de exponerse o incluso eligen inconscientemente profesiones que no les exijan hablar en público. Los que, detestando hablar en público, no se pueden escaquear a veces desarrollan ciertas estrategias para pasar el trago. Estas son algunas de las más frecuentes:
- no mirar nunca a los asistentes,
- leer la exposición en lugar de contarla
- hablar muy rápido
- fingirse enfermo y no parar de toser, por ejemplo…
- llevar amuletos o prendas de la suerte,
¿Cuáles son las tuyas? ¿te sirven? Supongo que no… Es que como ya hemos comentado varias veces en este blog, huir solo lo agrava todo, nos mete en un círculo vicioso del que se hace complicado salir y termina convirtiendo el momento en insoportable.
El descubrimiento
Un día llegó la luz. Descubrí algo evidente: yo carecía de interés, lo relevante era lo que tenía que contar. Cuando exponemos o presentamos algo -incluso cuando actuamos en un teatro- somos solo el vehículo, el medio de transmisión de un mensaje que necesita ser contado. Nuestro trabajo no es causar una buena impresión sino comunicar de la mejor forma posible.
Mis herramientas para superar la ansiedad de hablar en público
Es francamente conveniente conocer técnicas para hablar en público que nos ayuden a comunicar de forma eficaz, pero igual de importante es conocerse y aceptarse. En mi caso, mi proceso de auto descubrimiento a través del Mindfulness y otras técnicas ha sido clave para poder aprender a sentirme a gusto en mi piel, relajarme y poder dar lo mejor de mí.
Si uno no se conoce, no se puede aceptar; si no se acepta, no se puede querer y si no se quiere, presentarse ante el mundo es un gran sufrimiento.
Si no te quieres, es que no te conoces. Punto
El sufrimiento que genera el miedo a hacerlo mal, no solo te impide dar de ti lo mejor, sino que puede convertirse en una profecía que se cumple a sí misma.
La meditación y los ejercicios de atención plena en la vida diaria te ayudan a conseguir mente clara para percibir con objetividad (sin alterar) y la calma necesaria para enfrentarte a la situación con apertura y relajación. Solo es posible disfrutar desde la relajación.
A día de hoy son varias las ocasiones en las que tengo que hablar en público: como actriz (y ahora estoy en un escenario pequeño donde sí veo al público, les miro a los ojos e incluso interactúo con él ¡y me lo paso pipa!), como como facilitadora de talleres de Mindfulness y siempre que salgo me propongo lo mismo: hacer justicia al mensaje y disfrutar.
Hablar en público: un acto de honestidad
Para mí ese es el quid de la cuestión: llevar a cabo un un trabajo personal de auto conocimiento y aceptación para poder presentarme ante el mundo como lo que soy: simplemente yo.
Te propongo que la próxima vez que te toque hablar en público lo tomes como eso, como un acto de honestidad.
- No pretendas ser nada distinto a lo que eres, porque lo que eres es suficiente.
- No pretendas ser perfecto: no es necesario. Es más, acepta de una vez que tú también puedes fallar y no pasa nada. Declan Donnellan, uno de mis directores y pedagogos teatrales favoritos dice que “la ansiedad sufrida es muy desproporcionada con respecto a la cantidad de maldad que asolará la tierra si hago una actuación mediocre”. Así es la ansiedad, ¿verdad?
- No te escondas, no hace falta y es inútil: se te ve, no pierdas energía en ello.
- No maldigas tus nervios ni los disfraces, acéptalos: están ahí para algo y en el momento que los aceptes dejarán de molestar.
- Se bueno contigo mismo: esto es difícil para ti, con la práctica y nuevas técnicas lo harás mejor
La única responsabilidad de un orador es hacer llegar el mensaje al público de la manera más clara, precisa y efectiva posible y ese debe ser tu propósito. No tienes que proponerte ser gracioso, ni carismático ni conseguir que tu charla sea inolvidable. Haz lo que has venido a hacer y sé bueno contigo: esto es difícil para ti, trátate bien.
Abandona la lucha de pretender ser algo distinto a lo que eres porque quizás consigas engañar a los demás, pero nunca conseguirás engañar a tu peor crítico: tú.
Empieza a practicar Mindfulness con el RETO21DÍAS (este mes a precio especial)
Un abrazo,
Olaya
¿Te ha gustado? Pues accede a la segunda parte de este artículo: 9 claves para mejorar tu experiencia al hablar en público
Si crees que este artículo puede ser de utilidad para otras personas, ayúdame a difundirlo compartiéndolo en tus redes sociales. ¡Gracias!
Deja una respuesta