¿Cuáles son los efectos del miedo en tu cuerpo? La ansiedad no es solo ese incómodo nudo en el estómago con el que puedes resignarte a vivir; mantenida en el tiempo desgasta tu organismo a nivel físico y mental. Cobra conciencia y actúa.
Terminar con la preocupación como modo de vida y la profunda necesidad de serenidad deberían ser incentivos de peso para buscar solución a eso que tanto nos limita y aleja de la felicidad, pero los seres humanos somos peculiares y, a no ser que el sufrimiento se torne insoportable, a veces preferimos resignarnos a vivir en una parcela cada vez más restringida de incómodo confort antes que aventurarnos a salir fuera y buscar solución a nuestro problema.
La ansiedad no es solo un asunto psicológico o emocional, el miedo involucra y se expresa en todo el cuerpo: ¿sabes qué sucede en tu cuerpo cuando experimentas ansiedad? Sigue leyendo.
Nuestro organismo está perfectamente preparado para hacer frente a situaciones puntuales que nos generan ansiedad o estrés. De hecho, como te explico en mi Curso Gratuito Técnicas para Reducir la Ansiedad y Conectar con tu Serenidad, la ansiedad es una respuesta del propio organismo para hacer frente a lo que nuestra mente interpreta como una amenaza.
A diferencia del estrés, que se activa ante una situación concreta del presente que requiere por nuestra parte un esfuerzo de concentración y activación extraordinario, la ansiedad se desencadena generalmente como reacción a un pensamiento sobre una amenaza futura. Es decir, el peligro todavía no existe y muchas veces no llega a existir nunca, pero el cuerpo -que solo puede reaccionar en presente- pone en funcionamiento de forma automática un mecanismo perfecto que nos prepara para luchar, huir o congelarnos.
La reacción ansiosa supone un esfuerzo extraordinario para el organismo y requiere un consumo de energía muy elevado. En condiciones normales, una vez la amenaza pasa el cuerpo se recupera del sobre esfuerzo e incluso sale fortalecido. Sin embargo, si la reacción ansiosa no es una respuesta a una coyuntura puntual y se cronifica, el organismo no encontrará momento para ese merecido y necesario descanso que lo regenere y comenzará a desgastarse a mayor velocidad.
¿Cómo reacciona tu cuerpo ante el miedo?
Las pupilas se dilatan y la atención se dispara para percibir todo con mayor claridad; el cerebro envía una señal que prepara el cuerpo para la acción: las glándulas suprarrenales segregan adrenalina y cortisol -la hormona del estrés- lo que, a su vez, desencadena otra serie de reacciones cuyo objetivo es potenciar el sistema motor: nuestros músculos serán los que nos permitan salir corriendo o ganar la batalla.
- La respiración se vuelve rápida y superficial, y los bronquios se dilatan aumentando la cantidad de oxígeno que entra en el organismo.
- El corazón comienza a bombear a mayor ritmo para distribuir la energía por todo el cuerpo con rapidez.
- La sangre de la piel y de otros órganos se dirige a los órganos directamente involucrados en la acción: músculos, pulmones y cerebro.
- El hígado libera glucosa en el torrente sanguíneo para alimentar a los músculos
- Venas y arterias se contraen para aumentar el flujo circulatorio hacia los músculos.
- El cuerpo deja de producir líquidos innecesarios y libera aquellos que tiene acumulados: orina, heces, etc., para ganar en ligereza y poder correr más rápido.
- El bazo libera glóbulos blancos para hacer frente a posibles heridas que se produzcan “en la lucha” y glóbulos rojos para transportar más oxígeno.
- La sudoración aumenta para refrescar todo el sistema.
- El sistema digestivo se ralentiza: digerir no es prioritario
¿Entiendes ahora por qué te late tan rápido el corazón, te duele la cabeza o hiperventilas cuando tienes un ataque de ansiedad? Es tu máquina perfecta preparándose para la luchar o huir y, aunque te parezca lo contrario, no te va a pasar nada: estás preparado para ello.
El cuerpo se prepara para la acción, pero las amenazas de hoy en día (o lo que interpretamos como tales) rara vez requieren una reacción semejante y nos quedamos compuestos para un esfuerzo físico que nunca llega a producirse. Este extraordinario estado de activación se relaja una vez la amenaza pasa, pero si lo prolongamos en el tiempo, aunque sea con menor intensidad, estamos exigiendo a nuestro organismo que alargue su sobre esfuerzo sin darle la posibilidad de recuperarse.
Los efectos en nuestro cuerpo de una ansiedad prolongada
A consecuencia de una liberación de cortisol y adrenalina continuada:
- Tu sistema inmunológico se debilita
Ante la posibilidad de que organismos extraños entren en nuestro cuerpo a través de heridas de “la lucha” para la que nos prepara la reacción ansiosa, el bazo nos defiende liberando más glóbulos blancos. A la larga esto debilita nuestro sistema inmunitario ralentizando las recuperaciones y haciéndonos más susceptibles de contraer infecciones.
- Aparecen molestias digestivas
Creo que no soy la única a la que la ansiedad le revuelve la tripa. La adrenalina altera el sistema digestivo provocando diarreas, ardor, hinchazón…etc. Con el tiempo, esto puede derivar en afecciones más serias y molestas como el síndrome del intestino irritable o úlceras. El cortisol, por su parte, estimulará nuestro apetito de dulces e hidratos con el fin de hacer acopio de energía, lo que puede llevarnos a ganar peso.
El sistema gastrointestinal ve disminuido su aporte de energía y produce menos enzimas digestivas lo que reduce la absorción de nutrientes.
- Aumenta el nivel de azúcar en sangre
Una de las principales funciones del cortisol es que el hígado libere mayor cantidad de glucosa para alimentar a los músculos. Si este aumento es prolongado puede dar lugar a una resistencia a la insulina y a la aparición de diabetes tipo II
- Envejecimiento celular prematuro
Tanto a nivel cutáneo como de los órganos. El exceso de trabajo que supone una reacción ansiosa mantenida en el tiempo se traduce en oxidación y, por tanto, envejecimiento. Es como si lleváramos el coche siempre revolucionado.
- Insomnio y agotamiento
El cuerpo regula la producción de cortisol para que nuestros biorritmos se ajusten al ciclo diario. En condiciones normales el organismo produce mayores niveles de esta hormona por la mañana para ayudarnos a despertar y activarnos, y menores niveles por la noche, cuando lo que necesitamos es descansar para recuperar energía y que nuestros órganos se regeneren.
La ansiedad y el estrés prolongados alteran la producción de cortisol, dificultando que podamos conciliar el sueño y dar a nuestro cuerpo su dosis de descanso necesaria.
- Contracturas y problemas osteomusculares
Para ser efectivos ante esta supuesta amenaza nuestros músculos se cargan de energía activándose y tensándose para un esfuerzo que no llega. Esta tensión no liberada puede terminar causándonos contracturas y desgaste muscular. Es frecuente que aparezcan dolores de espalda, bruxismo y otras molestias.
- Problemas de piel
Si la piel -que también cede su ración de sangre y alimento en favor de otros órganos clave en la reacción defensiva- deja de recibir su dosis necesaria de hidratación pueden aparecer problemas dermatológicos como eccema, alopecia, rosácea y envejecimiento prematuro, entre otros.
- Hipertensión y afecciones cardíacas
Los aumentos repentinos de la presión sanguínea y la constricción de las arterias, la alteración repetida del ritmo cardíaco, etc., pueden a la larga afectar negativamente al sistema cardiovascular o complicar afecciones.
- Problemas de memoria
Cuando la hormona del estrés permanece en el cuerpo por tiempo prolongado afecta negativamente a ciertas áreas del cerebro como la corteza prefrontal (involucrada en el procesamiento lógico de información) y el hipocampo (íntimamente relacionado con la memoria)
Los problemas de memoria o la dificultad para concentrarse e integrar aprendizajes son frecuentes entre personas que han sufrido ansiedad por tiempo prolongado.
- Disfunción sexual temporal y problemas de la fertilidad.
Las preocupaciones reducen el deseo sexual y tanto la ansiedad como el estrés se relacionan con problemas de fertilidad .
A estas 10 razones de salud física debemos sumar la tristeza, el vacío, la inseguridad, el desánimo, la falta de autoestima y muchas otras consecuencias derivadas de vivir nuestro día a día en una parcela cada vez más chiquitita. De ellas hablaremos otro día.
La buena noticia es que el cuerpo es una máquina agradecida y, a poco que empezamos a ocuparnos de él y darle la atención y el descanso que necesita, comienza a recuperarse y a ralentizar el desgaste: empezamos a sentirnos mejor.
No te resignes: deja de forzar tu máquina, hazte cargo de tu felicidad y tu bienestar. Busca la ayuda que creas que necesitas para resolver tus problemas de ansiedad.
Una vida más plena, feliz y saludable física y mentalmente te está esperando. No te conformes con el malo conocido y atrévete a encontrar el bueno por conocer 😉
Un fuerte abrazo,
Olaya
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